EL CAPITALISMO ES DESIGUALDAD: EN LO ‘REAL’ Y EN LO ‘VIRTUAL’
Desde que se suspendieron las clases gran parte del tiempo de los docentes se ha trasladado de diversas formas -como es esperable- al mundo ‘virtual’. Se ha escrito mucho sobre el vínculo pedagógico, el uso de plataformas, el ‘teletrabajo’ y demás; en general analizados como un fenómeno ‘nuevo’, una especie de subproducto de la pandemia y la suspensión de los cursos.
Planteamos tempranamente que para nosotros tratar de mantener un vínculo pedagógico con los estudiantes era y es un imperativo ético; al formar parte y militar en las ollas populares los docentes también estamos enseñando. Caracterizamos como necesarias las dos cosas, cruzadas ambas irremediablemente por la desigualdad inherente al capitalismo -sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción y cambio, y la explotación del humano por el humano-. No hay falsas dicotomías. La realidad es dialéctica y no mecánica.
Muchos estudiantes no pueden acceder al uso de plataformas o correo electrónico -forma muy extendida como medio para el vínculo pedagógico según plantean muchísimos docentes-, ya sea por falta de equipos o conectividad, espacios, problemáticas familiares. Muchos otros sí lo hacen -también son hijos e hijas de trabajadores-. Lo mismo sucede con nosotros como trabajadores de la educación , no todos estamos en las mismas condiciones, por tanto tampoco podemos hacer todos lo mismo.
Por esto sostenemos que el vínculo pedagógico debe darse en el estricto marco de la libertad de cátedra y de acuerdo a las posibilidades de docentes y estudiantes. No hablamos de ‘teletrabajo’, un concepto que no se ajusta a lo que como ADES y FeNaPES hemos planteado como formas de desarrollar -en lo posible- ese vínculo. Nuestro trabajo es en el aula y presencial, por eso no estamos ‘dando clases’ ni avanzando en los ‘cursos’, a sabiendas que muchos estudiantes no pueden siquiera comunicarse con los docentes.
La vida también transcurre en la calle, centenares de miles de trabajadores siguen en su actividad ‘normal’ -ni hablar los de la salud-; muchos -cada vez más- han ido al seguro de paro y otros están desocupados desde antes de la pandemia. Todos ellos -y sus hijos e hijas, nuestros estudiantes- son aliados estratégicos en nuestra lucha en defensa de la educación pública. A todos los atraviesa la desigualdad del régimen capitalista. La actual producción y productividad de bienes materiales y servicios es la mayor de toda la historia, y al propio tiempo la miseria, la marginación, la brutalidad, la deshumanización, abarca a miles de millones de personas en el planeta. Cuando participamos de forma militante en las ollas o haciendo canastas estamos sosteniendo la sobrevivencia de nuestros hermanos de clase: solidaridad, en tiempos de emergencia alimentaria; en un país donde los alimentos abundan, los gurises y sus familias pasan hambre . Pretender avanzar descuidando esta situación sería un desatino y un crimen de lesa educación.
Otro tanto sucede con la militancia sindical; la ‘virtual’ y la ‘real’. Está atravesada por la desigualdad inherente al sistema, no escapa ni es una burbuja que levita alejada del mundo material. Hay compañeros que deben cumplir un aislamiento producto de patologías de riesgo; madres y padres con muchas más horas dedicadas a la atención de sus hijos, a la vez afectados por el distanciamiento social; quienes carecen de equipos, conectividad, espacio con privacidad; los que siguen sin horas, ni salario y cobertura mutual por la negativa del CODICEN y del gobierno a los reclamos del sindicato; quienes tienen déficit de horas; los que orientaron su militancia a las ollas populares; quienes están enfocados largas horas en mantener el vínculo pedagógico con sus estudiantes; y un largo etcétera.
Parece incongruente creer que la desigualdad que se expresa en el acceso a internet, al trabajo, al salario, al alimento y productos de higiene, a la cobertura mutual, al tiempo y el espacio; en el bienestar emocional, la violencia intrafamiliar y de género, y otro largo etcétera; no se traduce en la posibilidad de cómo, dónde, cuándo y cuánto militar. En esto también debemos ser cautos, no avanzar y tomar decisiones ‘virtuales’ dejando a una mayoría de compañeros atrás.
La pandemia va a quedar atrás, dejando terribles secuelas y heridas, más profundas que las que dejó la crisis del sistema capitalista de 1929, y retomaremos la presencialidad en los cursos, calles y militancia sindical.
El imperativo ético -y político- de los trabajadores docentes debe estar signado por el compromiso áulico y la lucha coherente y consecuente para materializar de una vez y para siempre el derecho a la felicidad de los trabajadores y especialmente de nuestros estudiantes.
Agrupación Primero de Mayo- lista 1996- ADES- FeNaPES- PIT-CNT



